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El sexo siempre ha sido un tema controvertido, del que muchas veces ni siquiera se habla por algún tipo de vergüenza o pensamiento negativo en torno a él. Es algo tan importante e influyente en nuestras vidas que tiene un poder brutal, y hay que saber utilizarlo con responsabilidad. Sin embargo, lo natural hasta ahora había sido negarlo, como si fuera solo una parte más de la vida, y una que no cobrara tanta importancia, de hecho, más allá que en la búsqueda de descendencia. Desde el origen de nuestra especie, encontrar una buena pareja sexual ha sido uno de los grandes cometidos de nuestros antepasados. Buscar personas con las que tener descendencia, con buenos genes, con buenas aptitudes, era algo imprescindible para la supremacía de la especie. La religión, posteriormente, cercenó todo lo que tenía que ver con el sexo convirtiéndolo, al menos a ojos de la sociedad, en algo pecaminoso.

Pero los tiempos cambian y en las últimas décadas hemos visto cómo una revolución sexual, que comenzó en los años sesenta y ha ido gradualmente evolucionando, nos ha inundado por completo en nuestra era. Esa era marcada por Internet, por las redes sociales, por la capacidad de generar y obtener muchísima información como sujetos tanto activos como pasivos. Generamos contenido y lo consumimos a la vez, convirtiéndonos en actores y espectadores. Hoy en día, cualquier persona anónima puede hacerse viral en redes sociales y llegar a convertirse en una figura pública en cuestión de meses. La nueva generación de jóvenes que han nacido ya con una tablet y un Smartphone bajo el brazo toma este mundo online de forma muy natural, y construye su vida a su alrededor. Se informa así, se divierte así y conoce gente de esta manera. La sexualidad es un tema que siempre ha estado presente en Internet, sin entrar a valorar si de forma más positiva o negativa. La pornografía ha sido uno de los elementos claves en la expansión de la web, y es normal que en esta época, la sexualización se vea de una manera diferente por las nuevas generaciones, algo que preocupa a muchos.

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El ser humano ha vivido un último gran siglo en lo que a salud se refiere. La esperanza de vida ha aumentado de forma exponencial en todo el mundo, gracias a los nuevos adelantos técnicos y científicos. Hoy por hoy es habitual que una persona sana pase incluso de los 100 años, y las novedades siguen dándose, con la vista puesta en aumentar aun más esa edad. Los tratamientos son cada vez más efectivos, incluyendo aquellos para enfermedades incurables. La sanidad pública se ha convertido en un derecho clave para todos los pueblos del mundo, que pelean por ella día a día. Y sin embargo, estamos más expuestos a problemas y enfermedades que nunca. No es casualidad que en esta época tan caótica, los problemas mentales y trastornos psicológicos estén cobrando un gran protagonismo. Es la consecuencia del mundo interconectado, veloz e implacable que hemos creado a nuestro alrededor, y del que no podemos escapar por más que queramos. La vida no es más sencilla en estos tiempos, a pesar de ser, sobre el papel, mucho más cómoda.

El estrés y la ansiedad suelen darse prácticamente en todos nosotros, en algún momento puntual de nuestra vida, o enrocarse como problemas habituales. La depresión, uno de los trastornos más complejos de analizar y curar, también ha aumentado exponencialmente, incluso en niños y jóvenes. La gente no se plantea el por qué de estos aumentos, no lo achaca al entorno y al ritmo de vida tan asfixiante que llevamos. Y si lo hace, piensa que con un par de libros de autoayuda bastará para soliviantar problemas que pueden llegar a ser realmente graves. Darles poca importancia es uno de los factores que hacen que empeoren, igual que ocurre con las adicciones. Hemos llegado a un punto en el que casi las consideramos un mal menor, siempre que no provoquen algo realmente grave. A nadie le preocupa que su amigo beba de más hasta que tiene un accidente con su coche. Nadie quiere decirle nada a su padre por fumar un paquete de cigarrillos al día, hasta que le ve en la UCI por problemas pulmonares. Las adicciones también son una consecuencia de ese estrés y esa ansiedad que vivimos casi todos los días, y las nuevas tecnologías no han hecho más que potenciarlas, como ocurre con el porno.

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La alimentación es una parte absolutamente fundamental de la salud para cualquiera de nosotros. Podemos hacer deporte, tener una actividad mental sana, sin estrés y sin complicaciones, equilibrando nuestras emociones… pero si acabamos comiendo mal, nuestro organismo lo notará, y eso empezará a pesarnos para el resto de cosas que tenemos por delante. Y es que hay que pensar, siendo un poco extremos, en nuestro cuerpo como una máquina que ha de ser alimentada con el mejor combustible posible, para poder soportar todos los esfuerzos, tanto físicos como mentales, que tenemos por delante. No se trata de hacer dieta para “recuperar la formar”, sino de encontrar el equilibrio perfecto en nuestra alimentación y conseguir que lo que ingerimos cada día nos haga todo el bien necesario para ofrecernos la energía, la fuerza y la salud. Cada cual tendrá su propia manera de equilibrar esa dieta, y es que hay supuestos alimentos imprescindibles que luego no son tan buenos como parecían.

Los estudios avalan o echan por tierra las propiedades de ciertos alimentos cada poco tiempo, provocando una situación de desconfianza por parte de los usuarios, o al menos de confusión. ¿Es el chocolate bueno para nuestra salud? ¿Y el vino? Estos estudios, que son totalmente válidos, no parecen ponerse de acuerdo en las auténticas propiedades de muchos productos. El aceite de coco es otro de los que están en el punto de mira, tanto para bien como para mal. Y es que muchos lo han convertido casi en un superalimento, una alternativa perfecta para los demás aceites vegetales que solemos utilizar en la cocina, adornándolo con todo tipo de propiedades beneficiosas y espectaculares. Pero, ¿es este alimento tan bueno en realidad? ¿Tiene también su contrapartida negativa? En este artículo vamos a intentar ahondar más en este asunto.

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A estas alturas seguro que no tenemos que insistir demasiado para explicar la importancia de una alimentación sana y equilibrada en nuestra vida. Somos lo que comemos, se suele decir, y aunque es obvio que somos mucho más que eso, hay mucha razón en esa frase, ya que la comida y los alimentos que ingerimos nos proporcionan la energía y los elementos necesarios para que nuestro cuerpo funcione al cien por cien, para poder desarrollar todas las actividades habituales, tanto físicos como mentales. De nuestra alimentación dependerá también la fortaleza de nuestras defensas, para poder contrarrestar a cualquier virus o agente externo que quiera inocularse en nuestro organismo. Está claro que la alimentación que la mayoría lleva a cabo hoy en día no es precisamente la más equilibrada, ya que abundan los alimentos procesados, con una gran cantidad de calorías y grasas saturadas, las bebidas azucaradas y los snacks, que son muy sabrosos, pero no precisamente sanos.

Ser conscientes de lo que comemos y sobre todo, de lo que necesitamos comer, nos hará liberarnos de ese malestar que en muchas ocasiones sentimos por no haber consumido los alimentos que necesitábamos. Y es que hay algunos que nos aportan una gran cantidad de vitaminas y minerales, indispensables para que nuestro cuerpo entre en acción de la manera más eficiente posible. De entre esos minerales y nutrientes hay uno que es especialmente importante para mejorar nuestras defensas, para mantener nuestro organismo equilibrado y hacer así que tengamos una vida más plácida. Se trata del hierro, un mineral que nuestro cuerpo absorbe fácilmente, ya que lo necesite al ser imprescindible para muchos procesos importantísimos. Según los médicos, lo adecuado es consumir al menos 18 mg de hierro cada día, a través de los muchos alimentos que nos lo pueden aportar.

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Dar a luz es sin lugar a dudas una de las experiencias más increíbles e inolvidables que existen. Las mujeres, privilegiadas por poder traer vida al mundo, han asumido ese papel con ilusión, pero también con cierto reparo, puesto que en ocasiones sus deseos como madres no eran del todo tenidos en cuenta a la hora de llevar a cabo este proceso. La ginecología es una de las ciencias que más ha avanzado en los últimos tiempos, permitiendo que las madres disfruten de un embarazo saludable y perfecto hasta el momento de dar a luz. Ese instante, que como decimos es mágico, también puede suponer un choque bastante fuerte para la madre, especialmente cuando es primeriza. Es un proceso donde hay muchas molestias y dolor, y el esfuerzo que debe hacer la parturienta es titánico. Si a eso le sumamos que a veces el entorno no es el idóneo, seguro que no nos extraña comprobar que hay muchas mujeres que no tienen tan buen recuerdo de su parto.

Y no es por el proceso en sí, ya que al fin y al cabo es la manera de traer al crío al mundo. Las mujeres se quejan en muchas ocasiones de todo aquello que se les impone cuando van a dar a luz, muchas veces sin consultarles siquiera. El sitio donde lo harán, normalmente un hospital, la compañía que podría tener o incluso el método utilizado, que a veces debe cambiarse por “seguridad”, según los médicos, y que ha provocado que métodos alternativos como la cesárea, que debería considerarse solo como último recurso, se haya expandido tanto. Frente a ese aumento, cada vez son las más las mujeres que abogan por el llamado parto respetado, un tipo de alumbramiento en el que ellas tienen el poder de decisión absoluto, siempre acompañada por los profesionales adecuados, para estar lo más cómodas posible en ese momento.

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Para cualquier mujer, visitar de forma relativamente seguida a su ginecólogo es una de las mejores maneras de saber que está bien sana y segura, especialmente en la edad sexual activa, cuando debemos tener especial cuidado con esta parte tan delicada de nuestra anatomía. Hay muchas mujeres que piensan que las visitas al ginecólogo deben reducirse simplemente a los dolores en la zona del aparato reproductor, después de haber visitado al médico de cabecera, y por supuesto a la hora de quedarse embarazada, para el seguimiento del proceso. Sin embargo, el ginecólogo es un profesional que puede ayudarnos de muchas otras formas, a tener una vida sexual más plena y segura, a evitar y prevenir problemas que tengan que ver con la zona de la vagina y el aparato reproductor…

Las visitas habituales y chequeos deberían ser al menos anuales, sobre todo a edades donde seamos fértiles, como decíamos arriba, para controlar que todo vaya bien. Los problemas derivados de esa zona pueden ser muy complicados de detectar hasta que ya es demasiado tarde, y por eso lo mejor es estar en contacto con un profesional desde el mismo momento en el que empezamos a menstruar. Biológicamente ya somos mujeres, así que no está de más acudir a esa visita al ginecólogo a pesar de que pensemos que somos demasiado jóvenes. Si tenemos una hija en esa edad, con 11 o 12 años, bien podemos llevarla por primera vez a una revisión general, para corroborar que todo esté bien, aunque la chica no sea todavía sexualmente activa. Retrasar demasiado esa primera visita al ginecólogo puede tener consecuencias nefastas para la salud de la chica.

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El sexo es uno de los mejores placeres de la vida, aunque muchos dirán que comer tampoco se queda atrás. Y es que la gastronomía también puede ser un placer, culpable o no, pero pecaminoso, al fin y al cabo. La gula y la lujuria están más cerca de lo que parece, e incluso la una puede retroalimentar a la otra. Se dice que hay alimentos especiales, llamados afrodisiacos, que son capaces de aumentar nuestro deseo sexual y hacernos rendir mejor en la cama, para satisfacer más a nuestras amantes, y para pasarlo mejor también nosotros mismos. Su eficacia tampoco está demostrada al cien por cien, y en todo caso, ese pequeño empujoncito no será demasiado importante. Peor es cierto que hay quien opta por utilizar su dieta como acicate para convertirse en todo un semental, sobre todo en el caso de los hombres.

El deseo sexual siempre está ahí, o al menos eso nos han contado. Es como si siempre debiéramos estar preparados para desatar nuestro instinto sexual y atrevernos con todo en el placer. Como si nuestro único cometido en la vida fuera precisamente ese. Ya no solo reproducirnos, sino disfrutar del sexo, sea cual sea la situación o el momento. Por supuesto, esto no es tan así, y llega un punto en el que la excitación sexual baja de manera natural. No es algo que pase a todos, pero si a una gran mayoría. La edad no perdona, y en muchos casos, lo que hacíamos a los 20 hoy nos parece una auténtica locura cuando pasamos de los 40. Para eso están esos alimentos especiales, que nos ayudarán, aunque sea un poco, para estar preparados para la acción en cualquier momento.

Desde hace unas décadas, los dispositivos y medios anticonceptivos han logrado frenar el crecimiento de la población, al menos en la mayoría de países del mundo, de una manera bastante evidente. En apenas un par de generaciones, las familias han pasado de estar formadas por seis o más miembros a tener cuatro o como mucho cinco, en la mayoría de casos. Este tipo de métodos han servido para regular muchísimo más el placer del sexo sin la preocupación de “quedarnos embarazados”. Esto ha hecho que la libertad sexual se expanda muchísimo más, todo ello con la máxima seguridad de tener a nuestro alcance diferentes métodos anticonceptivos para poder utilizarlos según sea el caso.

De hecho, los hay para chicos y también para chicas, como el DIU, que seguramente será el dispositivo anticonceptivo más conocido para las mujeres. Sus siglas vienen, precisamente, de Dispositivo Intra Uterino, y son un método muy fiable, de larga duración aunque totalmente reversible, con el cual la chica puede olvidarse de los problemas por quedarse embarazada así tenga relaciones sexuales. El DIU se ha confirmado como uno de los mejores métodos de este tipo, sobre todo cuando está combinado con otros anticonceptivos masculinos como el preservativo. Si todavía no sabes mucho sobre el DIU y estás interesada en conocer algo más sobre su historia, su funcionamiento y demás, sigue leyendo por aquí te lo vamos a contar todo.

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La sexualidad es una construcción que se realiza en el ser a través de las diferentes vivencias que adquiere a lo largo de su vida. De este modo, el simple hecho de haber nacido hombre o mujer no determina en absoluto la sexualidad. La genitalidad nada tiene que ver con la sexualidad, debido a que la persona construye su identidad sexual a lo largo de su propia historia y vivencia personal. Justamente, ser hombre o mujer en la sociedad actual responde a patrones culturales impuestos desde que nacemos.

Por lo general, para las nenas todo aquello que sea de color rosa, estará ligado a ellas casi como un mandato social. El azul y todo lo rudo será para los que han nacido con el género masculino. ¿Y qué pasa con los travestis en Sevilla? Ni la masculinidad ni la feminidad es una condición con la que se nace.

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Tanto para las mujeres como los hombres, la masturbación es el estímulo de los órganos genitales a través de la palpación. En consecuencia, su principal objetivo y propósito está en conseguir obtener el tan anhelado placer sexual, pudiendo llegar a tener o no un orgasmo, además, esta inducción puede estar dispuesta a realizarse de manera individual o en pareja.

La medicina moderna examina y reconoce fielmente que la masturbación no produce daños a corto ni a largo plazo, por lo tanto, es de una inconmensurable satisfacción por parte de los practicantes y ejecutantes que, de forma habitual y repetida, efectúan esta actividad sexual, como https://www.marqueze.net/el-pajillero-del-cine/. Dicho sea de paso, que esta acción erótica y sensual, contiene beneficios muy positivos para los individuos que la ejercen.